Desde el exterior el edificio busca su monumentalidad a través de imponentes masas blancas que empequeñecen al usuario. Muy atrás quedó el recargado rococó y la ornamentación superflua como herramientas para sobrecoger al hombre.
Los volumenes blancos emergen de la roca desnuda de cuarzo y rodean un gran patio del que surgen dos rampas. El patio concentra todos los elementos de la Naturaleza: aire, roca, luz y vegetación, un espacio libre de reflexión y contemplación.
La zona de culto es de planta casi cuadrada y carente de cualquier ornamentación, orientada como un gran mirador a la piedra de cuarzo, que se convierte en un retablo escultórico natural.
Los interiores del centro parroquial buscan la misma sencillez e iluminación radiante que todo el espacio litúrgico.
Un gusto por los espacios minimalistas y abstractos como búsqueda de la sensibilidad y la espiritualidad que tiene sus antecedentes en la arquitectura revolucionaria de Boullé o Ledoux, y que comporta también Moneo en su nueva parroquia en San Sebastián :
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